Se han contado un sinfín de anécdotas que revelan el carácter apasionado y a veces travieso de la estrella. Una de las historias más entrañables ocurrió durante el rodaje de El Gatopardo (1963), no el truñaco de Netflix, sino la monumental obra maestra de Luchino Visconti.
Claudia Cardinale era muy joven entonces y aún no estaba acostumbrada a las largas escenas con vestuarios de época, especialmente aquellos vestidos pesados y ceñidos que aportaban glamour en pantalla, pero que eran una auténtica tortura fuera de cámara. En la famosa escena del gran baile, uno de los momentos más recordados de la película, la actriz debía moverse con elegancia junto a Burt Lancaster durante varios minutos. Sin embargo, el vestido que llevaba era tan ajustado que apenas podía respirar.
En medio del rodaje, Claudia Cardinale comenzó a sentirse mareada, pero, profesional como siempre, no quiso interrumpir la toma.Mientras giraban por el salón, le susurró con urgencia a Bur Lancaster:
—Creo que me voy a desmayar, ¡sálvame!
Burt Lancaster, siempre caballeroso, mantuvo la calma y siguió bailando como si nada sucediera, apretando un poco más el abrazo para sostenerla sin que nadie en el set sospechara que algo andaba mal. Cuando finalmente Visconti gritó “¡Corten!”, Cardinale se desplomó en sus brazos, y el actor la sacó del set como pudo.Lo más curioso es que la toma quedó perfecta y nunca fue necesario repetirla. En la pantalla, la escena quedó majestuosa, sin que nadie pueda imaginar que, tras esa elegancia, la joven Claudia estaba a punto de perder el conocimiento.
