Han sacado pósters de toda la saga… sin pistola. Sí, sí, sin la Walther PPK. El icono, borrado. Sean Connery en Agente 007 contra el Dr. No parece un jubilado esperando el autobús 27. Roger Moore en La espía que me amó está como si lo hubieran pillado en medio de una clase de zumba. Y lo de GoldenEye… eso ya es terrorismo digital: un becario con resaca, Paint del 98 y mucha mala leche. Ni Blofeld habría hecho tanto daño.
Me imagino la reunión de Amazon:
—“¿Qué hacemos para modernizar a James Bond?”
—“Quitarle la pistola.”
—“¿Y qué le ponemos en la mano?”
—“Nada. ¡Que parezca un mimo francés en paro!”
Un mimo, tío. James Bond contra el Dr. No, pero la verdadera amenaza es la corrección política.
Y ojo, porque esto va en cadena: primero le quitan la pistola, luego el Aston Martin, y dentro de nada le ponen patinete eléctrico y casco homologado. En vez de martini, kombucha sin gas. Y no será 007: será 0,07. Cero alcohol, cero riesgo, siete tutoriales de mindfulness en YouTube.
¿“Licencia para matar”? No, no, ahora “Licencia para dialogar”. “Bond, James Bond”… no, “Bond, Jamie Bond, persona agente secreta no binaria con horario flexible”.
De hecho ya estoy viendo los nuevos títulos, versión Amazon Woke Prime:
En resumen: Bond ya no tiene licencia para matar, pero sí para aburrir. Eso sí: sostenible, inclusivo y con certificado de huella de carbono cero.
