Mi idilio con su filmografía comenzó cuando me hizo desternillarme con Top Secret. Quién no recuerda la pelea submarina estilo western o el toro que se enamora de una vaca de mentira. Nunca olvidaré la escena donde, mientras le torturan, sueña con volver al instituto y no haber estudiado para su examen. Cuando despierta y se da cuenta de que sólo le están moliendo a golpes, suspira aliviado: “Gracias a Dios”. Por aquellos años, una vez que intenté ligar en una discoteca le conté a una chica que de pequeño mis padres me perdieron en unos grandes almacenes, como al personaje de Val Kilmer, y que las empleadas me dejaban alimentarme a base de cremas solares. No, no funcionó.
Más tarde vino Top Gun (Ídolos del aire), donde era Iceman, el piloto más frío desde que se inventaron las neveras. Mientras Maverick sudaba la gota gorda, Iceman ni se despeinaba. Yo intenté copiar su actitud de tipo imperturbable en clase, pero la profesora no apreciaba mi “frialdad” cuando no hacía los deberes. Y no olvidemos Willow, donde Val Kilmer daba vida a Madmartigan, un espadachín con más carisma que coordinación a la hora de manejar la espada. Después de verla, cogí una escoba y empecé a hacer piruetas en el salón. Resultado: una lámpara rota y una semana sin postre
Pero Val Kilmer no se detuvo ahí. Decidió ponerse la capa y la máscara en Batman Forever (cuando preguntábamos en el videoclub si tenían Batman Forever, nos respondían que no, que la teníamos que devolver “tomorrow”), Allí, su verdadero superpoder no era combatir el crimen, sino soportar el traje de goma sin sudar como un pollo asado. Ese hombre murciélago tenía menos movilidad en el cuello que una figura de cera. Pero, ¿quién necesita girar la cabeza cuando puedes girar a todo el cuerpo?
No puedo olvidar su interpretación en The Doors, donde Val Kilmer se transformó en Jim Morrison hasta un punto inquietante. Se pasó meses cantando, moviéndose y viviendo como él. Yo intenté hacer lo mismo en un karaoke y lo único que conseguí fue que me apagaran el micrófono antes del segundo verso de “Light My Fire”.
Después llegó Heat, esa obra maestra donde compartió pantalla con Al Pacino y Robert De Niro. Val interpretaba a un ladrón experto en fugas. Su personaje era un experto en fugas y me inspiró a aplicar tácticas de sigilo para escapar de reuniones familiares aburridas. Resultado: me pillaron cada vez. Parece que la vida no es tan fácil como en las películas. Pero no todo fueron éxitos. En La isla del doctor Moreau, trabajó con Marlon Brando en una película que es mejor recordar por lo que pudo haber sido que por lo que fue. Una experiencia que, según dicen, fue tan caótica que hasta los animales mutantes pedían a gritos un sindicato.
En resumen, Val Kilmer fue una parte esencial de mi vida cinéfila. Me enseñó que puedes ser un piloto, un superhéroe, un espadachín o una estrella de rock, siempre y cuando tengas el peinado adecuado. Descansa en paz, maestro.