En una entrevista publicada por El Cultural, Enrique González Macho afirma que Víctor Erice “ha arruinado todo lo que ha tocado”. Ahora, el realizador de El espíritu de la colmena le ha contestado en una carta enviada a la misma publicación.
Texto íntegro del escrito de Víctor Erice:
En una entrevista con Juan Sardá publicada en El Cultural el pasado 24 de febrero, hace unas declaraciones a propósito de mi persona y de mi labor como cineasta que deseo comentar en la medida que están nutridas de completas falsedades, además de una animadversión que él mismo confiesa desde un principio.
Creo no haber coincidido con González Macho más de dos o tres veces en mi vida, a lo que se pueden añadir otras tantas conversaciones telefónicas. De la última de ellas va a hacer ahora nada menos que treinta y dos años. Está claro que puede opinar lo que quiera sobre mis películas; otra cosa es que mienta para atacarme, llegando incluso hasta la ofensa personal.
Esa comida que afirma tuvo lugar entre él, Carmen Alborch (por entonces ministra de Cultura) y un servidor, no sucedió jamás. Del mismo modo que nunca me he lamentado de mi trayectoria como director en los términos caricaturescos con los que me retrata, llorando a causa del odio y la envidia por parte del prójimo. Nada más lejos de mi carácter que dejarme afectar por sentimientos ajenos que siempre me han parecido propios de espíritus mezquinos, de los que he tratado de alejarme todo lo posible en la práctica de mi oficio.
El sol del membrillo, ese “adefesio” —como G.M. la califica— que realizamos juntos el pintor Antonio López y yo, en el Festival de Cannes de 1992, es decir, en el mismo escenario donde nuestra película dio lugar a una sesión de “tablao flamenco” (¡bendito arte!), se le otorgó el Premio del Jurado y el de la Crítica Internacional. Meses después, en el Festival Internacional de Chicago, recibió el Hugo de Oro, la máxima distinción.
En 1999, en una encuesta promovida por la Cinemateca de Ontario entre sesenta representantes de filmotecas, museos y festivales de cine de todo el mundo, El sol del membrillo resultó elegida, mediante votación, como la mejor película de la década de los noventa. Restaurada por la Filmoteca de Cataluña, fue presentada de nuevo en Cannes, en la 70 edición del festival (Mayo, 2017), dentro de la sección “Cannes Classics”.
Podría citar además otras recompensas, nacionales e internacionales, recibidas a raíz de la realización de esa película, pero no merece la pena. Sé que los premios pasan, y que solamente algunas películas permanecen.
Por seguir con el rosario de descalificaciones que me dedica González Macho, debo decir que todos mis largometrajes han sido distribuidos en Japón. Tanto El espíritu de la colmena como El sur constituyeron en ese país éxitos comerciales como muy pocas películas europeas de su tiempo. Lo sé de primera mano porque participé en Tokio activamente en la campaña de promoción de ambas producciones que organizó el gran distribuidor Hayao Shibata. De ahí que Japón fuera el primer país del mundo que compró los derechos de El sol del membrillo. Logró una aceptación comercial más que razonable, siendo distribuida en salas, televisiones y vídeo. La tercera renovación de la venta de los derechos para Japón está a punto de producirse a raíz del estreno en Tokio —el pasado 9 de febrero, en 24 pantallas— de Cerrar los ojos.
Si hablamos de los resultados en términos estrictamente comerciales, mis películas, sin excepción, han dado beneficios, unas más y otras menos. Y ahí están las cifras oficiales para quien desee comprobarlo. Cuando González Macho declara, con la mayor desfachatez del mundo, que Erice “ha arruinado todo lo que ha tocado”, miente. Lo hace de manera compulsiva, con tal de proyectar la peor de las sombras sobre mi reputación como director. Cabe imaginar lo que una declaración de esta naturaleza podría suponer en términos de futuro profesional para cualquier cineasta, si la credibilidad de su autor no estuviera ya tan cuestionada.
G.M. miente de igual modo cuando, a propósito de El sur, afirma que no me atreví a hacer la segunda parte. La productora, Elías Querejeta P.C., suspendió el rodaje cuando todos los miembros del equipo, técnico y artístico, estábamos haciendo las maletas para trasladarnos a Carmona (Sevilla) y seguir allí rodando una película que, a nivel de guión, nunca tuvo primeras y segundas partes, ya que constituía un relato único. Ahí están los supervivientes de aquella producción (entre otros, José Luis Alcaine, Alfredo F. Mayo, Icíar Bollaín, Aurore Clément…) para aportar su testimonio.
En cuanto a Andrés Vicente Gómez, y el proyecto de La promesa de Shanghai, no le resultaría mi colaboración tan gravosa cuando posteriormente me ha propuesto algún que otro proyecto.
He tratado de citar aquí los hechos objetivos, más allá de la proclamada animadversión de González Macho hacia mi persona, cuyos motivos ignoro. En cualquier caso, como dice el bolero: “Ódiame, por piedad, yo te lo pido/ódiame sin motivo ni clemencia/odio quiero más que indiferencia/ porque el rencor hiere menos que el olvido”.