10. Borderlands: Imagínense una película basada en un videojuego con diálogos que parecen escritos en una noche de fiesta, y un exceso de efectos especiales pero sin el menor sentido del espectáculo. No sabemos cuánto pagaron a los actores para que aceptaran este despropósito, pero debe haber sido un contrato con ceros y más ceros, porque, sinceramente, no entiendo cómo se metieron en este berenjenal. A pesar de que su personaje está más desdibujado que el futuro de esta franquicia, Cate Blanchett hace lo que puede mientras que Jamie Lee Curtis pone cara de que prefiere que Michael Myers la escabeche a tragarse diez minutos seguidos de semejante bodrio.
9. Culpa tuya (Max): No sé quién tiene la culpa de que se haya filmado esta ridícula historia de jovencita enamorada de malote, al más puro estilo de Tres metros sobre el cielo, After y similares. Peor todavía que la primera, tiene un momento hilarante cuando la policía pone el turbo en su coche para perseguir a los protagonistas al más puro estilo Mad Max.
8. Madame Web: Para transmitir mejor lo que siente la protagonista, en los cómics una ciega, paralítica, conectada a un soporte vital, el director ha decidido hacer su trabajo con las manos atadas a la espalda y una venda en los ojos. Han sido necesarios cuatro guionistas para componer un libreto absurdo, pero ninguno de ellos ha debido ver en su vida un film de acción y aventuras. Para colmo de males, hay tanto “product placement” (sí, como Pepsi y Calvin Klein) que parece más un anuncio de supermercado que una película de acción.
7. Segundo premio: No ganaría ni el décimo premio en un concurso del instituto. El guión también lo han dejado en segundo lugar, o el último, pues no parece tener mucha importancia. No se entiende por qué los académicos han mandado semejante obra maestra como representante española ante los Oscar, normal que nos hayan descalificado a la primera de cambio.
6. La habitación de al lado: Tiene mérito que Pedro Almodóvar haya cogido a dos actrices tan extraordinarias como Tilda Swinton y Julianne Moore, pero sus interpretaciones sean tan apagadas que incluso los muebles de la habitación están más emocionados que los personajes. Es como si estuvieran leyendo sus líneas mientras miran un reloj esperando que la película termine. Todo parece tan forzado que ni siquiera el aire acondicionado de esa habitación podría aliviar la tensión. No ayuda el culebrón de los carmelitas homosexuales, las referencias a la Dark Web porque el manchego ha leído que ésta existía en El País y decidió meterla en algún sitio como un pegote, y las citas literarias para dárselas de guays.
5. El misterio de Salem’s Lot (2024): No sé qué es peor en la nueva adaptación de mi novela favorita de Stephen King, si el sosainas que han escogido como protagonista o el niño que parece que ha recibido entrenamiento en los marines, y que casi acaba él solito con todos los vampiros. Quisieron rodar una historia para no dormir, y lograron una que duerme a las ovejas.
4. Rebel Moon Parte 2. La guerrera que deja marcas: No sé si me dejó marcas, pero sí secuelas cerebrales. ¿No había quién soportara la primera entrega? Pues Zack Snyder demuestra que todavía podía aburrir más a las ovejas. La primera hora trata de arreglar el principal problema de su predecesora, la falta de desarrollo de los personajes principales, a través de largos e interminables flashbacks, que no sólo resultan monótonos, sino muy similares entre sí. La esperada acción tarda en arrancar, pero el último tramo está formado por una única secuencia de porrazos y tiros en un mismo escenario de una hora…
3. Cazafantasmas: Imperio helado: Te deja más frío que el helado de vainilla y tiene menos espíritu que los propios fantasmas.
2. El cuervo. Un remake que intenta volar alto, pero termina chocando contra la ventana del salón. Ni poético ni oscuro, sólo deprimente… como los lunes.
1. Pídeme lo que quieras. 50 sombras de Grey ya era un espanto, pero la supera con creces esta versión casposa a la española, que recupera los tiempos de El ETE y el Oto o Le llamaban J.R. Con La inocencia, Lucía Alemany intentaba apuntarse a la nueva generación de directoras españolas de altura, pero se desinfló con Mari (dos) y ha acabado estrellándose con este despropósito, que adapta la novela de Megan Maxwell —la reina del “no hay trama, pero hay cama”—. En tiempos del #MeToo sorprende que sigan triunfando estas noveluchas de jóvenes enamoradas de ‘malotes’ tóxicos, con una visión de las relaciones sexuales demencial. Romantiza comportamientos enfermizos y se vende como el “hombre ideal” a un impresentable porque tiene unos cuantos abdominales bien marcados, y mucho dinero en la cuenta.