Sí, Wicked, la misma que lleva más de 20 años en cartelera en Londres y Nueva York y que, por si alguien aún no lo sabe, es una precuela de El mago de Oz. Vamos, que todos sabemos cómo acaba la cosa: una casa le cae encima a la pobre Elphaba y se acabó el hechizo. ¡Qué giro inesperado! Pero ojo, según THR, la gente se ha vuelto hipersensitiva a los spoilers.
Aquí me surge la duda metafísica: ¿tienen fecha de caducidad los spoilers? Porque si después de dos décadas sigue siendo un delito destripar Wicked, no sé qué clase de ley no escrita estamos respetando. Esto me recuerda a cuando trabajaba en un teatro de Madrid durante la universidad, un empleo que me dio grandes anécdotas y, sobre todo, me enseñó que el público nunca deja de sorprenderte.
Un día, entra un espectador tan emocionado que intenté ser majo y conectar, así que le digo:
—Le va a encantar la muerte del Comendador en Fuenteovejuna. ¡Qué realismo, de verdad!
Y él, con cara de haber perdido a un amigo, me suelta indignadísimo:
—¡No me destripes el final!
Amigos, que esto no era un thriller de Nolan. ¡Era Fuenteovejuna! ¡Lope de Vega! Una obra que se publicó en el siglo XVII. Que para entonces todavía había gente muriendo de peste negra y que, si no te has enterado de cómo acaba, es porque no has tenido tiempo, no porque te lo haya arruinado.
Yo, claro, me quedé bloqueado, como si me hubieran lanzado una pelota en pleno monólogo de Hamlet. Pensé: “A lo mejor el señor acaba de salir de un coma profundo y está poniéndose al día con el Siglo de Oro”. Decidí no decirle más, por si acaso al domingo siguiente aparecía con entradas para El caballero de Olmedo. Imagina que le espeto:
—Por cierto, “de noche le mataron”…
—¡Oiga, por favor, que aún no me he puesto con los spoilers del siglo XVI!
Que luego dirán que los clásicos son eternos, pero claro, no pensaba que lo fueran también sus spoilers. Imagino que esta misma gente debe estar cabreadísima con las clases de historia:
—¿Cómo que Julio César muere apuñalado? ¿Y la Revolución Francesa? ¿Ganan los revolucionarios?
En cualquier caso, el asunto de Wicked me deja claro que el spoiler es un arte delicado, un arma de doble filo que aún no hemos aprendido a manejar. Porque todos hemos tenido ese amigo al que se le escapa:
—“¡No te lo vas a creer! Darth Vader es el padre de Luke”.
Y tú piensas: “Sí, enhorabuena, has arruinado una película de hace 40 años y mi infancia de paso”.
Ahora me pregunto: ¿cuál es el tiempo de seguridad para un spoiler? ¿20 años? ¿40? ¿O tiene que haber nacido un 10% de la población que no conozca el final? Porque, a este paso, dentro de 500 años, aún habrá alguien gritando:
—“¡No me cuentes lo de Romeo y Julieta!”
—Tranquilo, amigo, la cosa no acaba bien. Lo que sí es seguro es que la gente sigue quejándose por los spoilers… y eso, queridos, no caduca jamás.